En este momento me he adjudicado una tarea muy difícil, por no decir Monumental…
Durante casi cinco años la he pospuesto una y otra vez, creo que hice bien, creo que ha habido muchos capítulos que se han agregado en ese tiempo y sin los cuales la historia no sería la misma.
Me he dado a la tarea de definir el amor, amor de pareja, que el amor en todas sus manifestaciones ya lo plasmé en un post anterior, lo tengo muy complicado verdad? Pero algún día debía hacerlo y este creo que es un buen momento, pero si algo queda fuera, de seguro lo iré añadiendo (también se aceptan sugerencias).
Me enamoré de mi polo opuesto, y creo que eso es lo que finalmente hizo a esta relación tan especial, me enamoré de una forma perdida pero fue mi decisión, no la de nadie más, decidí enamorarme el día que le compartí mi lista de pendientes en calidad de urgentes y le pregunté cuál era su lista, sólo tuvo una frase: “Encontrar a la mujer de mi vida”. Lo dijo de una forma seca y decidida.
Me molestaba mucho que tratara de definirme, encasillarme, darme por territorio conocido, me molestaba que él no supiera que si bien yo no cabría en moldes él los rompe todos, con él nada es blanco o negro, pero me enamoré de esa molestia.
Ha sido todo este tiempo una sucesión de negociaciones, y el orgullo, jaja, el orgullo ha salido una y mil veces mal herido en manos del amor. Siempre han sido esas cuatro letras nuestra mejor carta.
Veo parejas frescas, radiantes, temblorosas por las primeras emociones de estar con alguien, veo también parejas frustradas, resignadas, “sobrevivientes”, veo parejas estables seguras y apacibles. Y luego veo un poquito hacia atrás y me satisface lo lejos que este barco ha llegado, aunque confieso que en más de una ocasión he tratado de abandonar la nave, pero el capitán muere con su barco y yo no podía dejar morir solo a mi capitán.
Y por el momento sólo me resta confirmar lo que dije hace ya muchos días:
“No estoy segura de poder amarte toda mi vida, pero mientras esté a tu lado te amaré con todo lo que tenga”