Carta abierta
Hoy quiero decirle a Dios, que cualquiera que sea su juego, su propósito o su intención,... lo acepto.
Pero eso no evita que me sienta hundida de nuevo, que me sienta harta de tener que tomar el autobús.
Que me sienta cansada de encontrarme con patanes a cada esquina.
Que no encuentre una justificación para que me despidan diciéndome: tu trabajo es impecable.
Que no entienda el porqué él me dejó diciéndome: eres perfecta (según ciertos estándares).
Que ya basta de tener las manos vacías.
Que por más optimista que intento ser hoy estamos solos de nuevo, Dios y yo.